Miguel Gil define sus últimos trabajos como «macro paisajes», recorriendo parajes inhóspitos o poco conocidos para hacer de cada una de sus fotografías una verdadera obra de arte que bien podrían parecer esculturas. En La memoria del barro encontramos, tal como indica Ramón L. Pérez en su prólogo «desde imágenes que pudieran haber sido tomadas en la superficie de Marte como vistas aéreas captadas desde un dron» y, sin embargo, todas son fruto de un acercamiento a la naturaleza más próxima a nosotros, la que no seríamos capaces de ver sin la mirada de este fotógrafo excepcional. El libro se completa con los textos de M. del Carmen Pernas, estudiosa de las civilizaciones primigenias y la cultura sumeria, añadiendo una magia adicional al conjunto, creando entre ambos un recorrido que nuestra mirada y nuestra mente no pueden abandonar.