Francisco Beltrán es profesor, poeta, narrador, un humanista comprometido con lo social, de ahí son los proyectos sobre medio ambiente y ecología en donde está inmerso, preocupación que se refleja también en su escritura.
Desde el momento en que se abre el libro, se percibe que es singular por su forma apaisada, cuya lectura debe hacerse en horizontal. El poemario es un relato poético con poemas breves, extensos, otros en prosa, que conforman una arquitectura versal en donde todo está milimetrado: desde el índice de primeros versos que se puede leer como un poema independiente, hasta cuando estructura los versos, en algunos poemas, en dos columnas, e incluso en tres, que se pueden leer seguidamente como un verso clásico, y también con la opción de leerse de arriba hacia abajo, a partir de la cesura o hemistiquio que divide al verso. Nos da todas las posibilidades.
El poemario está dispuesto en tres partes que estructura a la manera clásica: introducción, nudo y un final abierto a la existencia; todas conllevan paralelamente alma, corazón y vida, con una música que a ritmo de paseo nos acompaña. A cada una de estas tres secciones, en su título, le antecede la palabra «tesitura”, que la RAE define como la coyuntura, la circunstancia que se da en un momento determinado, esto unido a una segunda acepción en donde se refiere a un registro musical, a un segmento de notas determinado. Por eso Francisco Beltrán se para en este momento de su vida y cuenta su experiencia de lo cercano. Así las denomina: ‘Tesitura I: Partituras desabrochadas’, nos escribe versos en «donde todo aspira a volver a otro inicio, /donde, ¿te curas de la nostalgia/ en las hojas de tu otoño?”. En la segunda, ‘Tesitura II: Resonancia de garabatos’, nos dice: “Miro los ojos azules y profundos de una infancia que comienza y / estas cuerdas cansadas se renuevan para otro concierto.”. La última sección la titula ‘Tesitura III: Los violines viejos aún suenan’, continua diciéndonos que «trae un relumbre de niñez que hostiga un charco, / inquietos ojuelos que te observan desde ambos lados del agua.”